Ayer compartimos la segunda instancia de la Introducción a Un Curso de Milagros con el grupo de estudio y al finalizar me quedé con ganas de poner en palabras algunas ideas que allí se pusieron sobre la mesa. Una de ellas, que compartimos al final del encuentro, es que la proyección da lugar a la percepción, una de las premisas básicas del curso. Me gustaría ahondar sobre ello porque considero que si comprendemos cabalmente lo que esto significa estaremos más predispuestos a observarlo en nuestra vida cotidiana con quienes nos rodean y es posible que nos volvamos más conscientes de la forma en la que nos vinculamos. O al menos los conflictos no durarían más que lo necesario.
Supongo que en alguna oportunidad has leído por ahí la siguiente frase: “No vemos la vida como es, sino como somos” Quizás hasta lo hayas publicado en tus redes en algún momento. Cuando hablamos de la vida en general habitualmente estamos más abiertos a abrazar esta frase, pero, ¿Qué tal si la llevamos ahora a esa compañera de trabajo que tanto nos perturba? ¿Y a nuestros padres? ¿Y a las personas que creemos que cometen injusticias? A lo mejor ahí, en esos escenarios, se nos olvida por completo que estamos viendo las cosas como somos y no como son. ¿No es así?
¿Y cómo son las cosas? Las cosas son neutras. Somos nosotros quienes, por medio de una narrativa mental, las vemos de una manera determinada.
Un ejemplo muy claro de ello es que en un mismo ambiente de trabajo no todos y todas tienen la misma impresión de la empresa, el jefe, otro de los compañeros, de nosotros, etc. Eso sucede porque no todos estamos mirando las situaciones que vivimos con la misma narrativa mental. Es complejo. Si. Lo sé. Pero, por lo que vengo experimentando, la liberación que comenzamos a sentir cuando ponemos en práctica esta idea es tan grande que es inevitable que tarde o temprano no la terminemos considerando. ¿Cuánto llevamos esperando que alguien cambie para nosotros poder ser felices? El precio de esta espera es alto porque eso jamás sucederá mientras sigamos viendo a esa persona desde la misma narrativa mental porque lo que está haciendo esa persona es representando en 3D lo que nuestra mente está deseando ver. Todo responde a nuestro deseo.
Ahora bien, continuemos ahondando. Siempre estamos viendo todo lo que sucede a nuestro alrededor desde un determinado estado mental que genera una historia determinada dentro de nosotros. Pero, ¿De dónde viene esa historia mental? Dicha historia tiene sus raíces en lo que hayamos vivido y cómo lo hayamos vivido, las ideas que abrigamos, las creencias que tenemos, las asociaciones mentales que hayamos hecho en nuestro transcurso por la vida. Cada vez que estamos ante una situación determinada traemos un pedacito de esa historia de manera inconsciente y cada vez que hacemos eso sólo vemos el pasado en nuestros momentos presentes.
Esta información que traemos – en su mayoría inconsciente-, que está viva en nosotros y sin cuestionar, nos hace ver un mundo condicionado. Un mundo que nos da miedo. Un mundo cargado de culpa. Un mundo que nos hace sentir impotentes. Miramos a ese tío, ese vecino, ese amigo con quién hemos tenido un problema y creemos que sentimos lo que sentimos a causa de lo que nos ha dicho o hecho, cuando en realidad, antes de que ese sentimiento brotara, nuestra mente nos ha contado una historia acerca de los hechos. Salir de esa narrativa nos libera. Aprender a mirar con ojos nuevos nos libera. Nos devuelve nuestra autonomía. Comprender cómo es que funciona nuestra mente es clave y eso requiere de una práctica constante y minuciosa de observación e introspección.
Antes de juzgar a una persona como envidiosa, hemos decidido verla así. Antes de juzgar a una persona como manipuladora, hemos decidido verla así. Y esto es fuerte. Si, lo es. Pero lo que es aún más doloroso en realidad es sostener la narrativa y convencernos de que es verdad. Cuando vamos cuestionando eso que nuestra mente nos cuenta, comienza a cambiar la mirada y lo más hermoso es que comenzamos a observar cómo es que en el fondo lo único que hay es miedo. Miedo que toma forma de envidia. Miedo que toma forma de gritos. Miedo que toma forma de manipulación. Miedo que toma forma de control. Y todos compartimos ese mismo miedo. Pero, si le tenemos miedo al miedo del otro no podremos salir de ahí, porque ese miedo se vuelve más grande. Sólo podremos salir apagando la narrativa mental antes de dar cualquier paso que tengamos que dar. Retirarnos de cualquier situación habiendo hecho el trabajo interior de liberarnos de la historia que nos contamos, es retirarnos de verdad.
Empieza a observar esa narrativa que te cuento. Observa qué te dice tu mente ante una persona en particular que tienes delante de ti y que a lo mejor te ha hecho un comentario que no te gustó. Lleva tu atención a ese diálogo. Empieza con algo simple. Pero, empieza. Es una verdadera liberación.
0 comentarios