¿Cuántas veces en la semana culpas a alguien por cómo te hizo sentir? ¿Cuántas veces has estado en ese lugar de sentirte impotente frente a las actitudes de los demás? Muchas veces culpamos… En la cotidianeidad la culpa florece ante cada encuentro incómodo. Lo hacemos de manera automática. Es la respuesta mental a la que estamos acostumbrados.
Estamos aprendiendo a desarticular el intento arraigado de creer que nuestro sufrimiento viene de cómo está el mundo y de lo que el mundo nos hace. Pero, ¿ cómo nace, de dónde nace y con qué intención? Voy a recurrir al camino de Un Curso de Milagros, dónde allí se explica que la culpa es la base del sistema de pensamiento del ego. El ego hace y deshace para sostener en el fondo una víctima y un victimario. Así se mueve, esa es su estrategia. El punto está en que si realmente queremos libertad es inevitable que tarde o temprano no terminemos observando la dinámica de la culpa. Y eso es lo que juntos vamos a hacer a continuación.
Al principio, cuando comencé con UCDM no comprendía realmente hacia dónde apuntaba el curso cuando hablaba de la culpabilidad refiriéndose a cómo operaba el programa del ego. Con la práctica y la observación, logro comprenderlo un poco mejor y quiero transmitírtelo desde ese lugar, de haber experimentado por un largo tiempo.
¿Cuál es nuestra tendencia ante un comentario que nos hace un “otro” que no nos gusta? ¿Verdad que nuestra primera reacción es llevar el foco de atención afuera? -O al menos es lo más común- Observa cómo, acto seguido, la mente le adjudica la culpa de nuestro sentir y luego, respondemos–o no-
Es algo cotidiano, que se da en nuestro día a día.
Pero, ¿cuál es el precio de hacer esto? ¿Qué gana nuestro ego con ello? Adjudicando la culpa sobre algo externo a nosotros, nuestra fuerza interior comienza a debilitarse. Y esa sensación nos lleva a no confiar en nosotros misma/os. Es un círculo cerrado que acaba por hacernos sentir impotentes y creer que no podemos con las situaciones que vivimos. Supongamos que esta situación se repite diez veces en la semana. Es posible que terminemos convenciéndonos de que definitivamente no somos lo suficientemente buenos, lo suficientemente fuertes, lo suficientemente inteligentes, etc. No. No. No. ¡Pero si somos Dios en movimiento!. Una fuerza que todo lo puede y nos sostiene, pero lo olvidamos adjudicando la culpa de nuestro sentir a algo externo a nosotros y de esa forma vivimos desde una percepción distorsionada de nosotros mismos que termina por convencernos de que somos un ser impotente. Y de esa forma, el ego termina logrando su cometido de seguir manteniéndonos “presos” en este Yo Personal.
Si lográramos dejar de culpar conectaríamos con nuestro poder interior. Nos reconoceríamos. Constataríamos por nuestra propia experiencia que sí tenemos el poder de cómo sentirnos frente a las experiencias que la vida nos presenta y comenzaríamos a colocarnos dónde nos corresponde vivir, unidos a la Fuente de toda Creación.
Espero que el texto de hoy te aliente a observar esta tendencia, a plantearte la posibilidad de que siempre vas a poder elegir cómo sentirte, incluso en los escenarios más dolorosos, pero, ¡deja de culpar y recupera tu poder! La naturaleza de nuestra mente es la paz perfecta, pero resulta de que nos hemos olvidado. La paz perfecta es el estado que vamos alcanzo una vez que retiramos la culpa del mundo.
“No soy víctima del mundo que veo”
Un Curso de Milagros.
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