Hijos confidentes (Oh my God)

Jul 14, 2022Caso espejo

Hace un tiempo que mi foco de atención está puesto en el siguiente tema: Cómo aprender a ocupar nuestro lugar como hijos e hijas para abrirnos a vivir nuestra vida sin culpa. ¿De dónde me vino este impulso? Adivina, adivinador… ¡De mi propia experiencia! Y también de todo lo que estoy descubriendo en la formación en constelaciones familiares que comencé este año en el centro Berth Helinger.  Nunca antes me hubiese imaginado de la importancia que tiene en nuestra vida ocupar nuestro lugar como hijos para “girarnos” a hacer nuestro propio camino sin sentirnos arrastrados por una corriente subterránea que nos lleva a ocupar lugares que no nos corresponden.

Ahora bien, siguiendo con este tema, hoy vengo a contarte una de las maneras en las que nosotros, como hijas y como hijos, podemos habernos ido programando -a una edad muy temprana y a un nivel inconsciente- para ocupar un lugar entre nuestros padres que nos impide conectar con la confianza y libertad necesarias para tomar nuestras propias decisiones.  ¡Cha cha cha chan..!

Una de las formas en las que podemos quedar “enganchados” entre nuestros padres, sintiendo que en algún punto su felicidad depende absolutamente de nosotros, es el hecho de habernos convertido en confidentes de nuestro padre, madre o de los dos.  

Convertirnos en confidentes de nuestros padres es un acto que se produce cuando, mamá o papá comienzan a abrirse a esa hija o ese hijo con la intención de encontrar un apoyo emocional o psicológico en relación a ciertos temas que no están pudiendo ser tratados entre ellos y por ellos. Cuando eso sucede, sobretodo en los primeros años de vida, el hijo o la hija comienza a sentir una gran responsabilidad en relación al sentir de ese padre o esa madre que se abre hacia ella/ él. ¿Qué ocurre luego con el paso del tiempo? Parte de la consciencia de ese hijo está “mirando” a ese padre o esa madre y en algún punto no puede “girarse” a hacer su vida sin sentir que una parte de sí mismo/a tiene que hacer algo para que este alcance su felicidad. Es como si en su interior escuchara una voz que le dijese: “Si te abres a hacer tu vida, tu madre no podrá ser feliz como lo es hoy, teniéndote a ti”

Un ejemplo de esta dinámica de hijos confidentes sería la siguiente: Un padre que le expresa a su hija todo lo que desea que su pareja -la madre- cambie para que juntos puedan ser felices. Entonces, la hija comienza a sentir que ella puede incidir frente al cambio que el padre espera de la madre. Entonces, al asumir esta responsabilidad, le es imposible colocarse como hija frente a su madre. A la larga sentirá rechazo por su madre o intentará separar a sus padres para que éste sea feliz.

A continuación te comparto algunas características claves de este tipo de implicancia para que te observes a ti:

-Sentís un enojo desmedido en cuánto a cómo tu mamá es con tu papá o al revés. Es como si una parte de ti dijese: “Tu, papá, deberías ser así para que mamá te acepte y la relación entre Uds. funcione” o “Tu, mamá, deberías cambiar para que al fin papá te acepte” El enojo es lo más importante. Porque ese enojo expresa la parte de tu consciencia que reconoce que no está pudiendo conectar con la libertad que le corresponde, por naturaleza.

-Postergar tus proyectos, tu independencia económica, tus sueños, tu vida, por acompañar a mamá o a papá. Sos adulto pero te cuesta dar el salto y abandonar la casa de tus padres. O tal vez lo hayas hecho, pero sin saber por qué tus proyectos fracasan y terminas regresando a casa de tus padres.

-Se te dificulta imaginarte haciendo tu propia vida sin sentir culpa, porque una parte de tu siente que debería incluirlos o deberías traértelo/a contigo.

-Cuando estás disfrutando y teniendo momentos de felicidad, algo en ti empieza a sentirse culpable porque ellos no pueden ser tan felices como tú. Aparece esa vocecita que te dice: “No lo mereces”

Me encantaría que me dejes tu comentario contándome si te has sentido identificada/o.

Hay mucho por contar acerca de esta dinámica de hijos confidentes. Hay mucha tela por cortar, mucho que aprender aún.

El mejor regalo que le podemos hacer a nuestros padres es agradecerles la vida y hacer algo grande con ella. Todos nosotros, como hijos, heredamos ciertos programas, pero al mismo tiempo, una gran misión. Y esa misión consiste en abrazar nuestra vida, abrazarla, honrarla, expandirla y potenciarla. Al hacer eso, ellos, nuestros padres sanarán con nosotros en nuestros corazones.

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