Hace un tiempo esta pregunta se ha convertido para mí en un gran misterio a develar y hoy quiero invitarte a que exploremos juntos y encontremos algunas respuestas.
En mayor o en menor medida vivimos inmersos en un mundo relacional. Y cada relación que entablamos tiene sus particularidades. Vivimos situaciones en nuestra vida cotidiana que nos gustaría que sean diferentes. Quizás sentimos un anhelo porque alguna persona de nuestro entorno cambie. Tal vez en nuestra familia o en nuestro trabajo…
Pero, ¿Cambiaría tu mirada frente a tus relaciones si descubrieras que cada persona que llega a tu vida te hace de espejo para que puedas conocer una parte de ti?
¿Cómo serían tus experiencias si “eso” que tanto esperas que el otro cambie habla de ti? ¿Cómo mirarías a esa compañera o compañero de trabajo que día a día te desafía con ese comentario o actitud que tanto enojo te despierta?
Efectivamente las relaciones nos hacen de espejos para que vayamos liberándonos de cargas, programas, mochilas, creencias que nos impiden expresarnos desde el amor que somos. No me creas. Tómalo como una invitación a llevarlo a tu experiencia y lo compruebes por ti mismo. Veamos…
Todos nosotros tenemos un ego. A grandes rasgos, el ego es una estructura mental condicionada que se alimenta –en mayor medida- de una información inconsciente que engloba: emociones reprimidas, creencias limitantes, miedos, etc. Desde nuestro ego nos relacionamos de manera limitada. ¿Por qué? Porque de manera inconsciente ante cada encuentro con un “otro” activamos esos programas que venimos cargando año tras año y que quizás fueron útiles en algún momento pero a medida que pasa el tiempo eso comienza a pesarnos.
¿Y cómo se las ingenia la vida para que comencemos a liberarnos de esos programas? Una de las maneras es a través de nuestras relaciones. La vida siempre nos está brindando las experiencias para comenzar a “soltar” esos programas que nos limitan y aprendamos a relacionarnos desde nuestra esencia. En otras palabras, soltar las capas que nos hemos puesto hasta el momento que nos han servido y comencemos a conectar con una mayor plenitud. En ese sentido, cada conflicto que la vida nos presente con otra persona puede ser usado para descubrir esos programas a liberar. Veamos juntos el siguiente ejemplo:
Supongamos que de niña/o creciste en un entorno de muchos hermanos. En aquellos años empezaste a observar que la manera de ganarte la atención de mamá era escuchándola, aconsejándola, convertirte en su “psicóloga”. El tiempo fue pasando y esa tendencia comenzó a formar parte de tu personalidad. Ante los grupos que fuiste cultivando: amistades, liceo, escuela, te sentías cómodo adoptando ese rol. Pero, en la medida que fue pasando el tiempo, esto comenzó a pesarte … ¿Qué pasa cuando ahora sos tu quién desea ser escuchada o escuchado? ¿Qué pasa cuando sos quién necesita ayuda? Para que puedas ver la parte de ti que no estás atendiendo la vida comienza a “entretejer” relaciones que te muestren esa necesidad que estás dejando a un lado. En ese sentido es posible que atraigas amistades, parejas, compañeros dónde te sientas cómoda cuando los escuchas, les aconsejas pero, cuando la que necesita ser escuchada/o ahora sos tu, ¡de pronto desaparecen! Causándote mucho dolor frente a esta actitud que te genera confusión. ¡Cómo es posible, si siempre estoy para ellos! Lo que de verdad sucede es que la vida comienza a enviarte los escenarios para que comiences a mirarte. Siguiendo con el ejemplo, tal vez sea hora de que comiences a priorizarte, darte el permiso para decir que no cada vez que te necesiten o comiences a escucharte más. Tal vez sea una invitación a reconocer tus necesidades y atenderlas.
Siempre estamos siendo llevados a entablar justo las relaciones que nos ayudarán a sanarnos. Desde nuestro ego nos percibimos de manera separada, pero a medida que vamos desarrollando una “mirada espejo” es posible comenzar a sentir que tenemos el poder de elegir cómo pararnos frente a cualquier situación porque reconocemos cual es nuestra parte de responsabilidad.
Nadie llega a nuestra vida por casualidad sino por causalidad. Nadie está en nuestra vida por azar. Si alguien está ahora mismo en nuestras vidas es para que juntos vayamos dejando a un lado nuestras limitaciones, las cargas pesadas que componen el “traje” que hemos ido cultivando a lo largo del tiempo y recordemos nuestra verdad escencial: Somos Uno.
0 comentarios