En esta oportunidad me voy a remitir a las enseñanzas de Un Curso de Milagros una vez más, como para no perder la costumbre, precisamente a la explicación que da en su capítulo 2, apartado VII, dónde explica la ley de causa y efecto que lo rige todo. Dice así: “Puede que todavía te quejes de que tienes miedo, pero aún así sigues atemorizándote a ti mismo. He indicado ya que no puedes pedirme que te libere del miedo. Yo sé que no existe, pero tu no. Si me interpusiese entre tus pensamientos y sus resultados, estaría interfiriendo en la ley básica de causa y efecto: la ley más fundamental que existe. De nada te serviría que yo menospreciase el poder de tu pensamiento. Ello se opondría directamente al propósito de este curso. Es mucho más eficaz que te recuerde que no ejerces suficientemente vigilancia con respecto a tus pensamientos.
Se nos está invitando a recuperar nuestro poder. Pero, ¿dónde está nuestro poder? Precisamente en nuestros pensamientos porque es ahí y solamente ahí dónde podemos lograr un cambio verdadero. Todo, absolutamente todo lo que vemos en el mundo tiene sus causas en el plano mental. Eso que acabas de pensar que no, también. Qué difícil parece. Vemos el mundo con tanto caos, con tantas cosas por las cuales desconfiar, tantas cosas por cambiar, tantas cosas por cambiarnos y se nos hace absolutamente imposible creer que este mundo responde a nuestros pensamientos. Aún así, ¿verdad que hay algo en ti que reconoce esta verdad?
Ahora bien, ¿por dónde empezar? Hoy quiero dejarte con algo práctico. Si bien cada uno de nosotros y nosotras estamos viviendo experiencias diferentes, el siguiente ejercicio puede aplicarse a todo.
Si lo que vemos en el mundo, tal como lo vemos, está respondiendo a nuestra manera de pensar, empieza por hacerle un lugar a esta idea. Esto te permitirá despertar tu predisposición a observar tu mente. ¿Cuán dispuesto/a estás a cuestionar la manera en la que ahora ves el mundo? Puede resultarte útil el siguiente ejercicio: Te invito a pensar en alguna situación o persona que ahora mismo estés queriendo cambiar o con la que tengas un conflicto. Acto seguido, escribe en un papel qué pensamientos estás teniendo en relación a esa persona o situación. Esto te ayudará a identificar tus pensamientos.
Piensa en una situación, por ejemplo, con un compañero de trabajo y comienza a escribir todo lo que te molesta de él o todo lo que ahora mismo te gustaría cambiarle.
“me molesta que sea tan desconfiado” “me causa rechazo que no haga las cosas bien” “me causa conflicto su incapacidad para delegar” “me molesta que llegue tarde todo los días” y acto seguido, comienza a puntualizar uno por uno los pensamientos que tienes al respecto -algo que no nos resulta muy fácil pero voy a darte un ejemplo- ¿Qué piensas de las personas impuntuales o que llegan tarde? ¿En qué medida crees que te afecta? ¿Qué piensas de su incapacidad para delegar? ¿Qué te hace pensar acerca de ti? ¿A qué te desafía? ¿Qué hay con la tendencia a no hacer las cosas bien? ¿En qué te afecta o impacta ello?
Si observas, la clave del ejercicio está en comenzar a “volcar” la mirada hacia tu mundo interior y comenzar a ocuparte de tu manera de mirar que está directamente relacionada a tu manera de pensar.
¡Anota todo y obsérvalo todo! Todo habla de ti.
No somos conscientes de la relación que existe entre lo que pensamos y lo que luego vemos reflejado fuera de nosotros. Nos disociamos de la Unidad. Pero ahí afuera todo es un reflejo. Y como ahí afuera todo es un reflejo, todo cambio se produce de dentro hacia afuera. Todo está a nuestro servicio para conocernos, mirarnos, sanarnos. Sólo hay Unidad.
No me creas, obsérvalo en tu experiencia.
2 Comentarios